Arquitectura
franquista
En la arquitectura
franquista, al igual que el ámbito político y económico,
podemos observar claramente dos etapas: la de las posguerra, tiempo
que se alarga hasta mediados de los años cincuenta; y la
sucesiva, que abarca el último lustro de la década
de los cincuenta, además de los sesenta y los setenta.
Por otro lado
y sin olvidar las circunstancias imperantes en la Europa de los
años 30, la dictadura del General Franco y así el
arte y la culturas desarollada en el país durante la misma,
iban en consonancia con los gustos mantenidos por las dictaduras
fascistas y autoritarias presentes en la Europa de aquellos tiempos,
basados en lo ecléctico y lo clasicista, es decir, buscando
en el esplendor de las grandes civilizaciones antiguas modelos de
representación, de ahí la abundancia de columnas,
balaustradas y frontones en muchos de sus edificios.
Los
primeros años
En los primeros
años de la Dictadura, la arquitectura estuvo determinada
por el afán patriótico que arrastraba a los diseñadores
hacia modelos del estilo herreriano, con el Escorial a la cabeza
como prototipo de nueva construcción. Estos edificios, de
enorme tamaño, no tendrían otro objetivo que el de
exaltar la figura de Franco, convertido en héroe tras su
victoria en la Guerra Civil, denominada de igual forma por sus adeptos
como La Guerra Santa o la última de las Cruzadas.
El primero y
más importante de los planes, proyecto personal del Dictador,
fue el Valle de los Caídos, obra faraónica diseñada
como mausoleo de Primo de Rivera y de él mismo. La obra,
que comenzó en el año 1940 a manos del arquitecto
Maguruza, fue erigida con presos políticos que buscaban,
a cambio de un trabajo calificado por muchos como de esclavista,
la reducción de sus penas.
En 1956 se colocó
la última de las gigantescas piedras, dando lugar al mayor
de los símbolos de la arquitectura de la dictadura. Pero
existen otros ejemplos del primer frenetismo construccionista: el
Ejército del Aire, diseñado por Gutiérrez Soto
entre los años 1943 y 1951 que fue situado, de forma intencionada,
muy cerca del Arco del Triunfo, monumento que no hacía sino
comparar a Francisco Franco con los generales romanos quienes, tras
cada guerra ganada, mandaban construir un arco conmemorando sus
hazañas.
Fuera de la
Capital merece la pena destacar la Universidad Laboral de Gijón,
ideada por Luis y Ramiro Moya y Pedro Rodríguez. El edificio,
de dimensiones impresionantes y construido entre 1946 y 1950, fue
idea de Girón de Velasco, Ministro de Trabajo, con el fin
de albergar entre sus muros a hijos de mineros huérfanos.
A
pesar de que en un primer momento dada la gran cantidad de construcciones
y sus tamaños, podría pensarse en un desarrollo importante
de la arquitectura, las dificultades - paisajes devastados, escasez
de medios económicos tras la contienda, el poco desarrollo
industrial del país, escasa demanda de viviendas vanguardistas
por las clases medias, exilio de los principales arquitectos, etc.-
determinaron que estos años no presentasen demasiadas novedades
técnicas ni visuales pero dio paso, unos años más
adelante, a una nueva hornada de arquitectos que volvieron a situar
a la Península en el espacio internacional.
La
segunda etapa
Como decimos,
el desarrollo de las formas arquitectónicas coincide, de
una forma intencionada, con la evolución política
del país. El primer ejemplo del cambio fue el premio ganado
por los arquitectos españoles, Corrales y Molezún
en la Feria Internacional de Bruselas en el año 1958 por
su Pabellón Hexagonal, construcción con forma de sombrilla
invertida que sorprendió por su originalidad.
Serán
las dos ciudades más importantes del país, Madrid
y Barcelona, las premiadas con nuevas formas, visiones y estilismos
presentes, entre otras novedades, según Gracia y Carnicer
con nuevas formas depuradas y claras, con cubos de cristal, fachadas
sin cornisas, volúmenes funcionales y muros cortina, así
como con el uso de nuevos materiales como el cemento compacto y
el hormigón. Además, comenzó a triunfar el
empleo de nuevas formas con técnicas más depuradas
que no eran sino la continuación del racionalismo de los
años treinta, pero que introdujeron cambios como los juegos
con las curvas y la repartición de cargas.
Ejemplos de
los nuevos tiempos fueron los arquitectos Fisac, quien trabaja en
Madrid; u Oiza, que entre los años 1961 y 1966 desarrolla
su proyecto de las Torres Blancas, uno de los símbolos de
la capital. En Barcelona destaca el Edificio Walden, con formas
imposibles; el novedosísimo Edificio Trade, pensado por Coderch,
nombre determinante en la historia de la arquitectura catalana y
participante del "Grupo R", en el que conjugó formas
curvas con enormes cristales.
También
de la ciudad condal son grandes diseñadores Bohigas, Tous,
Martorell o Busquets, quien es el encargado de dibujar el Colegio
de Arquitectos de Barcelona, decorado en su fachada por dibujos
del mismísimo Picasso.
Un reto diferente
al que debieron contestar las propuestas arquitectónicas
en la primera y en la segunda etapa, fue el crear ciudades modernas,
cómodas y simplificadas que pudiesen albergar, en condiciones
salubres y no hacinadas, a las decenas de miles de inmigrantes que
llegaban a las urbes en busca de empleo provenientes de las zonas
rurales.
Para tal objetivo
se designó al Ministerio de la Vivienda o de la Reconstrucción
la tarea de crear residencias no sólo para las clases medias
y altas, sino también para los que menos recursos poseían.
En Madrid surgió el Hogar del Empleado y en Barcelona el
"Grupo R", compuesto por arquitectos muy distintos pero
que veían en el diseño una forma integradora para
las ciudades y sus habitantes.
Ejemplos de
las nuevas construcciones fueron las planificadas por los hermanos
Otamendi y su Edificio España y la Torre de Madrid, la más
alta de la capital durante años, que otorgaron a la Gran
Vía un nuevo aire menos historicista y más práctico
y urbano.
Asimismo impresionante
es el Edificio Amaya, una de las mayores obras residenciales que
se realizó en aquellos años, obra de Aguinaga y Gutiérrez
Soto, un viejo conocido de la arquitectura franquista.
Nueva forma
adquirió también en Madrid la Ciudad Universitaria,
reformada y ampliada entre 1960 y 1971 donde, además de facultades
y escuelas se crean colegios mayores, residencias para todos aquellos
estudiantes, cada vez más numerosos, que debían desplazarse
para realizar sus estudios. Fue asimismo objeto de creación
la nueva Ciudad Universitaria de Barcelona, construida a finales
de los cincuenta, iniciada por los arquitectos Giráldez,
López Íñigo, Subías y Carvajal Ferre.
(Autora
del artículo/colaboradora de ARTEESPAÑA:
Ana Molina Reguilón