Paul
Cézanne. Biografía y Obra
Cézanne
procede de una familia adinerada, su padre, de origen italiano,
poseía un establecimiento bancario en Aix-en-Provence. Allí
nació el pintor en 1839. Recibió una esmerada educación
y unos conocimientos humanísticos en el colegio de Bourbon,
donde conoció a Emile Zola, uno de sus amigos más
íntimos.
Cézanne
empezó los estudios de Derecho para complacer a su padre
y más tarde decidirá dedicarse a la pintura. Con el
apoyo materno se traslada a París en 1861 para comenzar su
carrera como pintor. Asiste a la Academia Suiza para ejercitarse
en el dibujo, allí conoce a Pisarro, también visitará
el Louvre para estudiar las obras de los grandes pintores del pasado.
Cézanne
nunca se acomodó en París, se sintió como un
forastero. Era un hombre de provincia, de aspecto tosco, de carácter
huraño y desconfiado. Sus amigos siempre lo vieron como a
alguien extraño. Hasta sus últimos años, alternó
las estancias en la capital con largas temporadas en la casa de
campo de su familia, cerca de Aix y otros lugares del sur de Francia
como L´Estanque.
Tras unos primeros
lienzos de concepción romántica, el tratro con Pisarro
condicionó su pintura. Le ayudó a aclarar su paleta,
a interesarse por el bodegón y el paisaje. Le enseñó
a pintar como un impresionista. En esta época, Cézanne
ya apuntaba hacia la exaltación de los volúmenes,
rasgo que lo diferencia de los demás impresionistas. Su presencia
en la primera exposición de los impresionistas (1874) con
su Olimpia moderna y La casa del ahorcado, provocó
rechazos, ya que ni los miembros del grupo acababan de entender
su obra. Lo volvió a intentar en la tercera muestra (1877)
repitiéndose las críticas. No se aceptó su
estilo de pintura, por lo que abandonó el grupo y se trasladó
a Aix.
El Impresionismo
fue para Cézanne una práctica, una técnica
que tratará de acomodar a sus intenciones, donde la pincelada
pierde espesor y el colorido gana pureza. En 1878 supera definitivamente
la pintura impresionista. Para él el Impresionismo se fundaba
demasiado en la sensación y en la superficialidad. Retirado
en Aix-en-Provence, aislado de la sociedad, tras romper con la profunda
amistad que lo unía a Emile Zola al encontrarse representado
por el personaje de un pintor fracasado en una de sus novelas, empieza
a plantearse un modo de pintar que responda a la esencia de la realidad,
a la esencia propia de los objetos, pero a través de su propia
experiencia. Prescinde de la emotividad y del sentimiento para reflexionar
sobre el lenguaje pictórico, meditando sobre las relaciones
entre la forma y el color.
Se concentrará
en el bodegón esforzándose por encontrar el color
exacto, ya que cuanto más se ajuste el color, con más
precisión aparecerá la forma. No aplicó el
sistema de claroscuro tradicional y tampoco recurrió al modelado
ni al dibujo.
Una de sus ideas era:
"El
dibujo y el color no son diferentes, a medida que se pinta se va
dibujando; cuanto más armonioso es el color, más se
precisa el dibujo. Cuando el color es más rico, la forma
está en plenitud. Los contrastes y la relación de
las formas constituyen el secreto del dibujo y del contorno. La
línea y el modelado no existen. El dibujo es producido por
el contraste o por la relación de los tonos. El dibujo sin
colores es una abstracción. Dibujo y color no son diferentes.
En la naturaleza todo tiene color".
El propósito
de subrayar la forma mediante el color, en vez de diluirla como
los impresionistas lo detectamos en El muchacho de casco rojo,
donde el color marca por sí solo los volúmenes y la
atmósfera del cuadro. El retrato pierde el componente psicológico
y emotivo. Lo único que importa es la presencia física
y el análisis volumétrico.
En Cebollas
y botellas prescinde de todo lo superfluo para concentrarse
en las formas. Elige los objetos por su entidad volumétrica,
cada uno de ellos se pinta con un punto de vista diferente. La luz
y el color les da entidad física.
En Los jugadores
de cartas, obra plenamente figurativa, donde los protagonistas
son campesinos de Aix-en-Provence, llega a una pintura despojada
de la anécdota. Las formas se representan simples y contundentes,
los colores sobrios, los contornos de las figuras en negro las aíslan
del entorno en que se encuentran, los personajes parecen ensimismados.
Cézanne
busca en la naturaleza las formas esenciales, que para él
son las figuras geométricas, el prisma, la esfera, la pirámide
y en consecuencia, plasma lo que contempla. Así, al representar
un objeto, no lo hace de un lado solamente, sino que lo muestra
desde posiciones diferentes. Realizó algunos paisajes y antes
de trasladar al lienzo el motivo, se sentaba ante él y lo
estudiaba cuidadosamente.
La montaña
de Santa Victoria, es un tema que trató en serie. Escalonaba
los planos sucesivos subrayándolos con el colorido. Concibe
los árboles como cilindros y las casas, construidas a base
de planos, enfatizan la geometrización del cuadro.
A menudo trabajó
el tema de las bañistas, que ya había sido tratado
con anterioridad en la pintura europea, pero Cézanne lo retoma
abordándolo con planteamientos diferentes. Les grandes
baigneuses, es una obra construida íntegramente sobre
el módulo geométrico del triángulo. Tanto la
composición del cuadro como cada una de las figuras pueden
ser reducidas a un triángulo. Las figuras se encuentran compuestas
a base de contrastes entre colores cálidos y fríos.
Prescinde de la perspectiva lineal y el claroscuro, alcanzando mediante
el color la superposición rítmica de planos, lo cual
puede interpretarse como un anuncio del Cubismo.
Cézanne
puede ser considerado como uno de los principales artistas del postimpresionismo
y como precursor la pintura cubista.